Un cuento en blanco y negro sobre la drepanocitosis en Costa Rica y la posible correlación con problemas renales

Francisco Hernández-Chavarría1,

Como se indica en la revisión sobre la drepanocitosis publicada en este número (1), el rastreo genético de la HbS la ubica hace unos 7 000 años en el África subsahariana y su salida migratoria hacia Europa ocurrió hace aproximadamente 5 000 años (2) y su llegada a América hace unos 500 años, gracias a la insaciable avidez de Colón y sus seguidores por el oro, la plata, las perlas y cualquier cosa que pudiese venderse en Europa, incluyendo los mismos indígenas; lo cual, aunado a la guerra biológica no planificada que significó la conquista de América, condujo a tal masacre que acabó con más del 90% de la población original (3), lo que obligó a la importación de esclavos negros para el trabajo en minas y sembradíos, que se inició en 1509 (4), y el Caribe se fue poblando de negros, como narra Germán Arciniegas en la Biografía del Caribe (5) y el mestizaje fue dándole el tono característico al latinoamericano, tal como escribió Tatiana Labo en su ensayo “Parientes en venta. La esclavitud en la colonia” (6): “En el caso de la mujer, el lecho del amo se entendía como un escalón de movilidad social, toda vez que la descendencia mulata podía llegar a tener la suerte de ser liberada por su padre blanco u otro miembro de la familia esclavista.” … y también así llegó y se distribuyó la HbS por América (7). Independientemente del contexto anterior de esa mezcla racial, los costarricenses de finales del siglo XIX ya asumían una etnia blanca que le diferenciaba del resto de Centro América; aunque ese ideal del tico de piel blanca se centraba fundamentalmente en Heredia, San José y Cartago (8). En tanto, la población de Limón se identificaba con los trabajadores negros que vinieron para la construcción del ferrocarril y el guanacasteco era calificado como “cholo” o moreno; relegando los rescoldos de indígenas a algunos sectores, especialmente del sur y norte del país. Esa idea del “blanco”, también está arraigada en el resto de América Latina, como indirectamente se puede deducir del concurso de Miss Universo, pues entre 1952 y 2016 ha habido 23 ganadoras latinoamericanas, de las cuales solo dos son evidentemente negras, una en 1977 y otra en 1998, ambas representantes de Trinidad y Tobago, el resto de las ganadoras han sido “blancas” (9), porque representaron el ideal de belleza de sus respectivos países. En ese contexto de un patrón mental de costarricenses blancos, se hizo el primer informe de anemia falciforme en Costa Rica, el cual se presentó en el IX Congreso Médico Centroamericano, en 1961. Se trató de un caso clínicamente clásico de drepanocitosis, que motivó el estudio de su familia, radicada en Santa Cruz, Guanacaste. La publicación formal de ese informe se realizó en 1965 e incluyó los hallazgos del estudio electrofóretico de la hemoglobina (Hb) del grupo familiar, que permitió identificar una paciente homocigota para hemoglobina S (HbSS) y siete heterocigotos (HbAS); además, la madre del caso índice era portadora de hemoglobina C (HbAC); en tanto que su hijo, el caso índice, era HbCS; obviamente los autores esperaban encontrar una familia negra y ante el hallazgo del típico guanacasteco indican “de raza aparentemente blanca y nacida en la provincia de Guanacaste” (10). Ese hallazgo motivó una investigación más extensiva en Santa Cruz, Guanacaste, que incluyó a 227 personas, tomadas al azar de un grupo que acudió al laboratorio de la clínica del distrito, y permitió diagnosticar 18 casos, que representaron el 7,9% de ese grupo; aunque la muestra hoy nos pueda parecer pequeña, era aproximadamente el 2,3% de la población de ese distrito. La población Santa Cruz, en 1966, era de 9 715 personas y el país tan solo superaba el millón y medio de habitantes (12).