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Los donantes habituales de sangre corren el riesgo de sufrir deficiencia de hierro, pero las características que predisponen a esta afección no están bien definidas. La deficiencia de hierro prevalece en las poblaciones de donantes de sangre donde hasta el 39%, el 22% y el 9% de las mujeres premenopáusicas que donan con frecuencia, las mujeres posmenopáusicas y los hombres pueden tener deficiencia de hierro, respectivamente. Se envió al donante posterior a las visitas a sus centros de trabajo o estudio (centros de donación extramurales) vía correo electrónico entre junio de 2017 y enero de 2018. Se enviaron 876 correos electrónicos a donantes de las colectas externas del Banco de Sangre del Hospital La Católica llevadas a cabo en 23 empresas, de las cuales se completaron 476 encuestas. El diferimiento por anemia entre los donantes fue del 6% y los factores asociados a estos donantes incluyeron alta frecuencia de donación, sexo, consumo de tabletas de hierro y dietas restrictivas. La deficiencia de hierro es un problema importante y es necesario realizar más estudios para medir los depósitos de hierro y valorar la ampliación del intervalo entre donaciones de sangre y el uso de suplementos para potenciar la recuperación de los depósitos.
En Costa Rica, se tiene la percepción de que las helmintiasis intestinales son muy poco prevalentes en todo el territorio nacional. Esfuerzos de diagnósticos más precisos en comunidades vulnerables a las parasitosis intestinales en Costa Rica, revelan que estas siguen siendo muy prevalentes. Se acepta que el tener parasitosis intestinales en los niños contribuye significativamente a la anemia, malnutrición, bajo peso, un desarrollo físico y cognitivo más lentos o deficientes. Diversos factores están relacionados con un abordaje no óptimo de las helmintiasis en nuestro país, y parte de estos factores tienen que ver con las técnicas diagnósticas utilizadas, el tipo y cantidad de información que manejan los profesionales de salud de atención primaria con respecto a detalles del ciclo de vida de los parásitos y el uso incorrecto de los fármacos antiparasitarios. En esta revisión, se ha recopilado la información actualizada disponible sobre el manejo de las helmintiasis intestinales más importantes en Costa Rica; además, se incluye el tratamiento farmacológico de estas.
En Costa Rica, las parasitosis intestinales son consideradas por muchos profesionales de la salud una causa de preocupación menor, aun cuando se carece de evidencia epidemiológica actualizada sobre estas. Es común, en nuestro país, encontrar cargas parasitarias mucho mayores a las supuestas para el promedio nacional, en comunidades que reúnen algunos factores de riesgo para parasitosis intestinales. Los efectos a corto y largo plazo de las parasitosis sobre el desarrollo físico y cognitivo en los niños están bien documentados, de ahí la importancia de dar un abordaje y tratamiento correctos y oportunos a las personas que las padecen, pero sobre todo, mejorar las condiciones que permitan prevenir la transmisión de estas infecciones. El objetivo de esta revisión es brindar información actualizada sobre el tratamiento de las parasitosis intestinales debidas a protozoarios más comunes en Costa Rica.
Cartas al editor
Facultad de Microbiología, Universidad de Ciencias Médicas
La idea de crear el primer hospital en Costa Rica provino del obispo nicaragüense Esteban Lorenzo de Tristán en una visita a nuestro país en 1782. Esta idea, a pesar de que fue efímera, se convirtió en el Convento de la Soledad ubicado en Cartago, el cual estuvo dirigido por sacerdotes de la orden de San Juan de Dios provenientes de Guatemala.
En 1826, durante el gobierno de Juan Mora Fernández, se decreta la construcción de un hospital, pero no es hasta 1853 que se inicia la construcción del Hospital San Juan de Dios en la ciudad de San José.
Este hospital inicia labores durante una emergencia nacional; en él se atendieron a los soldados costarricenses y filibusteros heridos en el frente norte y a los enfermos del cólera. Esta enfermedad es traída por las tropas al Valle Central, y mata a diez mil costarricenses. El Dr. Carlos Hoffman, cirujano mayor del ejército, fue el encargado del hospital.
Durante este periodo de inicio y consolidación del nosocomio, la figura del Dr. Carlos Durán, llegado de Inglaterra en 1875, es la más destacable. Así podríamos afirmar que la medicina costarricense nace en el Hospital San Juan de Dios.
Creación del laboratorio clínico
En el año 1895, se empiezan a realizar análisis clínicos en el Hospital San Juan de Dios, al crearse la dependencia de Bacteriología y Química, adscrita al Instituto Nacional de Higiene a cargo del médico Dr. Emilio Echeverría. Esta iniciativa duró poco. Se considera que el inicio formal del laboratorio clínico en el Hospital San Juan de Dios se da en 1909, y este fue dirigido por el estudiante de farmacia Sr. Eugenio Garrón.
Posteriormente, luego de consolidado el laboratorio, se nombró como director al Licenciado Carlos Víquez Segreda, farmacéutico egresado de la Escuela de Farmacia de Costa Rica, la cual fue fundada en 1897. En esta escuela se impartía el curso de Análisis Clínicos a cargo del Dr. Carlos Pupo, médico graduado en Europa. Como dato interesante, el mismo Dr. Pupo funda, en 1909, el primer laboratorio privado.
En 1913, el laboratorio realizaba exámenes de sangre, orina, heces fecales, esputos y jugo gástrico, dentro de los cuales destacan las reacciones de Widal para Salmonella y de Wassermann para sífilis.
El desarrollo científico de Costa Rica no sería el mismo sin la llegada, a finales de 1913, de nuestro sabio Dr. Clodomiro Picado Twight, quien realiza estudios en Francia en 1908 en la Facultad de Ciencias de la Universidad de París y en el Instituto Pasteur. Él asume la dirección del Laboratorio del Hospital San Juan de Dios en 1914, y comparte labores con el Licenciado Carlos Víquez.
Un importante aporte en la estructura de la Microbiología local fue la creación de secciones de trabajo; estas fueron las que se diseñaron: Química Clínica y Parasitología, a cargo de Víquez; Bacteriología y Hematología, a cargo de “Clorito” (como de cariño se le llamaba al Dr. Picado).
A la par del sinnúmero de metodologías clínicas elaboradas por el Dr. Picado, está su invaluable aporte a la investigación.
De esta forma describe el mejor historiador de la medicina costarricense, el Lic. Carlos Eduardo González Pacheco en su libro Memoria Histórica del Laboratorio Clínico, de cuyos datos me nutro para este artículo, la labor del Dr. Picado: «Los objetivos del Dr. Clodomiro Picado en sus treinta años de labor en el Hospital San Juan de Dios fueron muy claros: siempre apoyando y buscando formas para restituir la salud perdida de sus conciudadanos a través de la ciencia y la investigación».
Muere “Clorito”, pero su obra es mantenida viva a través de su dilecto discípulo, el Dr. Alfonso Trejos Willis.
La década 1940-50 representó una de las páginas de mayor esplendor en el desarrollo de la microbiología de Costa Rica. El responsable fue el Dr. Alfonso Trejos, quien, desde el mismo laboratorio de Clorito, fue maestro y mentor de grandes científicos de la microbiología, siempre bajo la inspiración del legado del Dr. Picado.
Con palabras de uno de sus alumnos, el Dr. Leonardo Mata, se describe el papel que desempeñó el Dr. Alfonso Trejos: «el Dr. Trejos representó el vínculo entre Clorito y la descendencia posterior que influyó en casi toda la microbiología y otras ramas del saber costarricense».
En 1941, se creó la Universidad de Costa Rica; la Sección de Bacteriología de la Escuela de Ciencias, en 1946. Esto preparó la semilla que germinó en 1956 con la fundación de la Facultad de Microbiología, cuya malla curricular reflejó el esquema dado por Clorito para las secciones del Laboratorio del Hospital San Juan de Dios.
En 1949, se crea nuestro colegio profesional que nos rige con gran acierto desde esas épocas.
En el año 2012, nuestra profesión, nacida en el Hospital San Juan de Dios, emerge en la Universidad de Ciencias Médicas (UCIMED). Fue gestada por profesionales destacados como el Dr. Misael Chinchilla y los doctores Pablo Guzmán y Álvaro Apéstegui en el 2005-2006. Gracias a los esfuerzos del Dr. Guzmán, con la colaboración del Dr. Mario Chaves, se plasma en el año 2012.
La microbiología y la sociedad costarricense han ganado con la creación de esta facultad en la UCIMED, al graduarse, en el 2016, el primer grupo de microbiólogos salidos de una escuela privada. Ahora se encuentran sirviendo a las comunidades, en forma verdaderamente exitosa.
Las universidades costarricenses han producido 1 989 profesionales en microbiología, entre clínicos, investigadores y docentes; todos ellos poseen gran sensibilidad social y un espíritu de servicio; todos están imbuidos de ese legado que nos dejaron Picado y Trejos: los grandes cazadores de microbios.